lunes, 20 de agosto de 2007

Un Imperio que colapsa: Estados Unidos


Durante mucho tiempo nos han vendido la idea de los Estados Unidos como el máximo Imperio de la humanidad cuyo poderío se remonta a cientos de años, basado esencialmente en su poder económico y militar, fuerza de penetración política en el mundo nunca antes exhibida por nadie. Más de una generación ha crecido en esta noción. Pero hoy ese Imperio ya no existe más, se extinguió, es una falacia y lo que aun deslumbra son los restos de antiguos brillos que mueren.

Sin descontar el poder de las grandes transnacionales norteñas que aun acaparan puestos preponderantes dentro de sectores del comercio mundial – tal es el caso de Intel o Microsoft – la economía en ese país ha entrado en un franco proceso de deterioro cuyo síntoma más claro es la disminución de las inversiones, la caída y fluctuaciones constantes de los índices bursátiles, la franca desaceleración en el crecimiento anual y la precaria situación de devaluación de la moneda.

No hay que equivocarse e inferir de lo anterior que los magnates de Wall Street se están quedando en los calzones o que emporios mundiales como Halliburton andan halándose la cabellera para averiguar como llegar a fin de mes. Lo cierto es que esas compañías súper gigantescas la están pasando muy bien con la administración Bush Jr. que les ha garantizado un ambiente de enriquecimiento principalmente en las guerras de rapiñas, el encubrimiento de las actuaciones fraudulentas de las compañías y un trabajo consecuente en disminuirles los impuestos a las personas de mayores ingresos a costa de afectar a los contribuyentes más pobres.

Como señalara en su libro Estupidos Hombres Blancos el intelectual y documentalista Michael Moore al referirse a estas compañías:

“…Los ricos están chapoteando en el botín que han acumulado en las dos últimas décadas, y ahora quieren asegurarse de que nadie pida un trozo del pastel…”

Pero el peso económico global de los capitales norteamericanos ha caído, sobre todo porque muchas veces ese capital no es completamente norteño sino que esta penetrado por compañías y consorcios de otras nacionalidades y economías en franco ascenso, especialmente los capitales asiáticos chinos y japoneses. China y Japón son hoy en día los capitales dominantes, con un índice de crecimiento anual que supera con amplitud los mejores años de esplendor económico de post guerra en Estados Unidos. Y todo ello aprovechando el hecho de que el Imperio no logró pasar de un sistema económico de guerra a uno de servicios y mercado.

En los 60, cuando Einsenhower traspasaba poderes a Kennedy, dejo entre ver este problema al argumentar que los Estados Unidos vivían lanzados en un camino de producción de guerra que superaba en gastos a la producción destinada a la industria comercial. En aquel entonces Einsenhower reconocía que con el volumen de personal y dinero que se destinaba a lo que denominó Complejo Militar Industrial, la nación podría de manera clara consolidarse comercialmente y plantearse metas de desarrollo que lo llevaran al control del comercio mundial. Sin hacer caso a las llamadas de cordura del héroe de las Segunda Guerra Mundial, las siguientes administraciones se han dejado arrastrar por el Complejo Militar Industrial y la economía de guerra y para la guerra. De este desliz se han aprovechado con crece los gigantes asiáticos.

A finales de los noventa, tras la caída del muro de Berlín, la Casa Blanca se topo con el hecho de que había perdido terreno en el mercado mundial ante China y Japón, quienes de forma vertiginosa colonizaban sectores industriales antes monopolio exclusivo de empresas norteñas. Así, y solo como ejemplo, la industria automotriz en Europa, América e incluso en los Estados Unidos es bombardeada por los modelos y marcas japonés más económicos y de mejor rendimiento. Clásicos como Ford o General Motors se ven literalmente desplazados de los gustos del americano promedio por los Nissan, Toyota, Missubishi etc, que no solo cumplen con las normas medio ambientales de bajo consumo por alto kilometraje, sino además suman como ventajas el ser sustancialmente más baratos que los similares yanquis.

Políticas económicas de amplio espectro para la promoción de las inversiones y ampliar mercados se han implementado igualmente por China. Tal es el caso de la política de la Banca China de mantener el Yuan – moneda china – en un nivel de cambio bajo, de esta manera hace a sus productos más competitivos y condiciona el hecho de que las estanterías en Estados Unidos se llenen de artículos Made in China, lo que ha llevado a un déficit comercial entre ambas naciones que favorece a China en 231 mil millones de dólares. Por otro lado cientos de compañías norteñas abandonan el país y se marchan al gigante asiático pues el bajo valor del Yuan permite producir a costos más baratos que en California, Chicago o cualquier otro estado de la nación, sin contar las compañías del resto del mundo que prefieren invertir allí mejor que en Estados Unidos, es decir: disminuyen las inversiones y el ingreso de capital.

Todo lo anterior significa desempleo en aumento dentro del Imperio y por tanto redunda en la economía, sin contar que la fuga de los capitales no permite al país un crecimiento sostenido. No es de extrañar la actual crisis política-económica entre USA y China. El gobierno yanqui reclama fervientemente de su par asiático que revalorice el Yuan y amenaza con sanciones económicas, lo que en la realidad de hoy es como asustar al oso con bastones cortas.

La Banca China posee 900 000 millones de dólares en Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, lo que la coloca en una posición de fuerza para marcar las fluctuaciones mundiales de esa moneda. Ante esta realidad y con declaraciones como las del Jefe del Centro para la Investigación del Desarrollo de China, Xia Bin, que ve en esos millones una moneda de negociación que limita francamente al imperio yanqui, cualquier intento de amenazas a China es una locura. De hecho la reacción del gobierno Chino ante el ultimátum ha demostrado ese poder. Dos miembros del Partido Comunista Chino han planteado un “golpe nuclear a los yanquis” que consistiría en la venta de esos 900 mil millones de Bonos y por tanto en un ataque directo al precio de dólar como moneda de cambio, que ante tal caso colapsaría sin remedio. Algo parecido ocurrió cuando a principios de año la Banca China anuncio no comprar más divisas americanas, el precio del dólar callo abruptamente.

Ante tales realidades no tiene porque asombrarnos que símbolos como el Empaire State, en Nueva York, pertenezcan ahora a capitales asiáticos, menos que China se de el lujo de comprar la producción de Intel de todo un año – sin mencionar cuanto se le adelantan ya en tecnología a los norteamericanos –; económicamente hablando los Estados Unidos ya no son poder.

Y las cosas no están mucho mejor en el plano militar. No negamos que su capacidad bélica sea una de las mayores en el mundo y que sin duda alguna hay que verlo como un enemigo con un potencial de destrucción que nadie en su sano juicio desearía enfrentar, pero tal volumen de fuego no lo convierte en la Milicia conquistadora e indestructible que esperaríamos de un Imperio.

A diferencia que su predecesores – el Imperio Romano – el Ejercito de los Estados Unidos cubre o mantiene bajo su dominio un volumen de territorio a nivel planetario nunca antes visto, tan solo para el 2006 se calculaba que la carteras de propiedades del Departamento de Defensa incluía 3 731 terrenos, más del 20 por ciento de ellos en 287 mil hectáreas fuera de territorio yanqui; tal cifra se considera limitada por no incluir las bases militares de Irak y Afganistán. Ese volumen de tierras se equipara con los territorios de Corea del Norte, y muchas de esas bases militares son mayores que algunos Estados pequeños como Santa Lucia o San Vicente y las Granadinas. Igualmente el Departamento de Defensa cuenta con un presupuesto y capitales – cerca de 28 billones de dólares tan solo en el 2007 – que hacen palidecer los recursos de naciones Latinoamericanas como México. Pero entre tanto poderío económico y técnico, la milicia carece de lo fundamental: hombres que poner en combate y que sirvan de carne de cañón para las conquistas.

En las guerras de Corea, Vietnam, Somalia, Afganistán y el Golfo Pérsico Estados Unidos ha señoreado en buena parte de las mismas basados en el hecho de que sus oponentes se encuentran desgastados por largos periodos de guerras o sanciones económicas previas que lo han debilitado al máximo; pero en todos estos casos el ejercito americano se ha visto obligado a llevar a sus tropas a un nivel de stress excesivo ante al incapacidad de reclutar y reponer hombres en el campo de batalla con la celeridad que las circunstancias lo requieren. La Casa Blanca y el Pentágono prefieren la realización de operaciones encubiertas y de baja intensidad antes de abrir combate con todos los elementos.

Quizás sea Iraq el ejemplo más verídico de esta realidad. Durante los 4 años y un tiempo que las operaciones militares comenzaron en territorio de Iraq y que llevaron al derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, las fuerzas ocupantes han sufrido un total de más de 3 500 bajas mortales y un número no precisado, pero igualmente elevado, de heridos. Una resistencia que no se previo – nunca lo hacen – obliga a los americanos a mantener un número de efectivos cuantioso en el campo de batalla y a reponer esa fuerza constantemente. Las dificultades de reclutamiento se han hecho notorias, al punto que el ejercito se ha visto precisado a recurrir a movilizar a personas con antecedentes penales, con enfermedades mentales o indocumentados con la promesa de ciudadanía, y como último recurso movilizar fuerzas y medios de la Guardia Nacional, un cuerpo armada que por constitución no deben cumplir misiones fuera de los Estados Unidos. Si consideramos el hecho de que en activo el Ejercito de los Estados Unidos cuenta con 1, 389 000 hombre y mujeres – de los cuales no todos participan directamente en las operaciones – y en Iraq han cumplido misión entre 250 mil y 500 mil, adivinar que nivel desgaste sufre ese cuerpo armado es fácil, y todo ello sin mencionar que en Afganistán mantienen un grupo considerable de fuerzas.

Por otro lado aunque nos invadan por todas las vías posibles con la propaganda de que la tecnología bélica en el país es superior a la del resto del mundo, lo cierto es que sus principales oponentes en esta esfera: China y Rusia pueden ser y lo son aun más. Rusia, enemigo, desde el periodo socialista y al parecer nuevamente dentro del circulo de las personas no gratas en Washington, es quizás el más peligroso de todos, debido al hecho de que el desarrollo de la industria armamentista en ese país es muy elevado y que ésta es parte del estado y no un consorcio o grupos de empresas con interés independientes a él.

Desde que Stalin logró construir al ejército más poderoso de Europa, capaz de despliegues tan impresionantes como el de la Batalla del Arco de Kurst, la maquinaria de guerra en Rusia no ha parado de desarrollarse y de avanzar ganándole terrenos a los Estados Unidos. Destacan entre sus estandartes la aviación y los misiles nucleares, muy recientemente han dado pruebas de ello. En medio del diferendo surgido con la intención yanqui de colocar su llamado Escudo Anti misiles en Europa del Este – casi en las fronteras rusas – y las negativas de Bush a las propuestas de Putin de gerenciar de conjunto – rusos y americanos – dicho sistema para no afectar la seguridad ni el equilibrio de fuerzas; el Ministerio de Defensa Ruso a anunciado la puesta a punto de un sistema anti misiles propio y la incorporación a su arsenal de dos modelos de misiles nucleares de largo y mediano alcance, con capacidad de hasta diez ojivas y una máxima efectividad, todo ello listo para septiembre de este año. Un proyecto similar le ha costado a los Estados Unidos varios años, cientos de influencias y aun no estará operable en fechas próximas. Lo que demuestra el hecho de que tal poderío yanqui si bien no es del todo falso no es omnipotente.

Además cabría mencionar que tanto China como Rusia cuentan con un índice de población considerable que les permite poner sobre las armas un número de hombres que, francamente, hace parecer a la Milicia yanqui un grupo minúsculo. Como diría Nick Turse en su trabajo Como el Pentágono llego a adueñarse de la tierra, los mares y los cielos:

“…. El Pentágono puede ser el propietario de inmensas porciones del planeta, pero desde Vietnam hasta Laos, desde Beirut hasta Somalia, las fuerzas estadounidenses han sido desalojadas, por los residentes de los vecindarios, de propiedades que estaban prestas a considerar suyas…”

No son pocos los sectores políticos dentro y fuera de Norteamérica que han notado tal proceso de degradación imperial, y los 8 años de mandato Bush sólo han venido a agravarlo, al poner al descubierto la incapacidad militar del ejercito para controlar focos de resistencia en Irak y Afganistán, así como el declive económico evidencia la proximidad de una aguda crisis comercial y financiera. Algunos se aventuran a hablar de “destruir el imperio para salvar la república” sumida ya en un clima que huele más a dictadura fascista.

Los restos del poder con los que mantiene su hegemonía global y la uní polaridad en el mundo están sedimentados más en la apatía y la complicidad inactiva de algunos gobiernos que en la capacidad real yanqui de gobernar como imperio. Si naciones como China, Rusia, el grupo de los No Alineados y Latinoamérica consolidasen una alianza política-económica-militar – tal y como personalidades se adelantan en plantear - que ponga frente a los intereses estadounidenses, el gobierno imperial se vería obligado al dialogo y a posturas de consenso y equilibrio multipolar. Entre tanto logre infiltrarse en Europa, Medio Oriente y Latinoamérica, y en consecuencias fomentar políticas divisorias, más difícil será asestar el tan necesario golpe final a la bestia que languidece.

Latinoamérica, encabezada por Chávez y la Revolución Cubana, comienzan un proceso en este sentido. Se consolida así una alianza en la que personalidades como Evo Morales, Correa o Néstor Kishner llegan al poder en sus países y son los pilares del edificio que deberá extenderse, sin fronteras, a toda América y con suerte al mundo. El Alba de los pueblos puede y debe ser el ocaso de la bestia, trabajar en ello es tarea de todo el movimiento progresista y de izquierda a nivel mundial.

No sólo es posible desear un mundo mejor, hay que construido paso a paso y con nuestras manos.

Ciudad de la Habana, Cuba

19 de agosto de 2007

J.D.G (Manu)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por satisfacer mi curiosidad, con esa explicación no me queda duda de tus gustos sobre el nick por decirlo de una manera.
De verdad no esperaba tu respuesta tan rápida parece que estabas esperando que te lo preguntaran, de todas formas mi correo es kiramia06@yahoo.es si quieres me escribes para hablar sobre los blogs y porque no, sobre los gustos en general.
Fue un placer Kira

Anónimo dijo...

es interesante ymuy perfecto