lunes, 21 de mayo de 2007

Los TLC con Estados Unidos. Una mirada desde la historia y las visiones de providencial cubano: José Martí.

Por nuestras tierras de América andan los perros de presa de los Estados Unidos apresurados a convidarnos a la firma de los Tratados de Libre Comercio, dibujados como la solución a todos los problemas económicos de la región. Para alcanzar tal empresa cuyo objetivo es regresarnos al coloniaje y frenar el impulso de alternativas solidarias como el ALBA, no dudan en usar cuantos argumentos tienen al alcance, incluido la presión política.


No cejan los gobernantes del norte en su empeño de manipular nuestras tierras americanas y nuestras riquezas a su antojo, y en su trampa arrastran a los serviles y los pobres incautos gobiernos – Perú, Colombia, Costa Rica, Uruguay - de la región que hacen oídos sordos a los reclamos populares y a los consejos de los gobiernos progresistas del área. A señores como Álvaro Uribe y Alan García lo que piensen las organizaciones sociales de sus país, lo que piensen los campesinos y los obreros les es baladí, prefieren ahogarse en los cantos de sirenas del Libre Mercado, la Flexibilidad Laboral y la Competencia de Libre Empresa, sin percatarse que por mucho empeño y eficiencia productiva local, ningún sector económico de sus países puede competir a la par de los norteños que traen consigo el respaldo de multinacionales y en muchos casos – como el sector agrícola – el respaldo de subsidios estatales.

Hace más de dos siglos a tras el aún joven Imperio Norteamericano quiso imponer a los pueblos de América un engendro de integración regional con visos de coloniaje impositivo, como el de los TLC, al pretender la creación de una moneda única de cambio comercial en plata para todos los pueblos del continente, alejando de esta manera a los pueblos libres de la América Latina de entonces de sus mayores aliados comerciales: los europeos. Si tal intento de conquistar a América hubiese fraguado en la llamada Comisión Monetaria Internacional Americana la historia de subdesarrollo de nuestros pueblos hubiese sido peor, al sometérsenos a la monogamia comercial.

Entonces una de las voces que más se escucho en contra de tal abominación fue la del poeta, político, revolucionario y, por qué no, profeta cubano José Martí quien actuó como Delegado ante la Comisión Internacional representando al Uruguay.

Tanto en el informe que presento a la Comisión Latinoamericana, que analizo la propuesta norteamericana, como en artículos periodísticos Martí alerto de lo que esta alianza suponía, pero más específicamente de lo que supone para los pueblos Latinoamericanos la unión comercial con los Estados Unidos. Escribió Martí con tal visión en sus palabras que al leerlas parecen haber sido escritas para los días de hoy.

Hoy a la luz de 102 años de la caída en combate de José Martí – Dos Ríos, Cuba 19 de mayo de 1895 – sus palabras se ajustan a la realidad de nuestros días, son ellas el mejor reflejo del peligro que sobre los pueblos de América se lanza envuelto en la ignominia de los TCL. Anduve releyendo su trabajo sobre al Comisión Monetaria Internacional Americana, para descubrir que no hay mejor forma explicar este nuevo proyecto yanqui que con esas palabras.

No pretendo aquí escribir el artículo completo que público Martí en mayo de 1891 – para los que quieran buscarlo Obras Completas Tomo 6 pág. 154 – pero me tomaré la libertad de dejarles una buena porción de sus reflexiones, sobre todo aquellas que, con las influencias propias del verbo periodístico de la época, reflejan mejor una realidad política que trasciende a nuestros días pero que se remonta a más de tres siglos, al nacimiento de una Nación llamada a ser el peor aliado de la paz mundial:




COMISIÓN MONETARIA INTERNACIONAL AMERICANA

(Fragmentos)



A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos.

A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores.

Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la juventud prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir que elementos componen el carácter del pueblo que convida y del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado; ha de inquirir cuales son las fuerzas políticas que la convida, y los intereses de sus partidos y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación. Prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever.

Ni el que sabe y ve puede decir horradamente, - porque sólo lo dice quien no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber, - que en los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más humano y viril, aunque siempre egoísta y conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la nobleza, ya burguesía puritana; sino que este factor, que consumió a la raza nativa, fomentó y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los países vecinos, se ha acrecentado, en vez de suavizarse. Creen en la necesidad, el derecho bárbaro, como único derecho: “esto será nuestro porque lo necesitamos”. Creen en la superioridad de “la raza anglosajona contra la raza latina”. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y que vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente, de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más, - como con la explicación incesante, urgente, múltiple, sagaz, de nuestros elementos y recursos, podrían llegar a respetarla, - ¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?

Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios.

José Martí: La Revista Ilustra, mayo 1981 Nueva York



Ciudad de la Habana, Cuba

20 de mayo de 2007

J.D.G. (Manu)



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